En efecto, amiguitos, hoy toca hablar sobre la educación
vial, esa asignatura que no se imparte en las aulas, que en algunas casas se
descuida y cuyas consecuencias pueden ser fatales.
Desde que yo iba en el capazo mi papá lo ha tenido claro: no
se cruzan los semáforos en rojo. Puede parecer algo muy básico, pero
últimamente estamos asistiendo a muchos atropellos en la ciudad por causas tan
primarias. Llueva, nieve, haga viento, haga frío o nos dé de lleno el sol, no
cruzamos un paso de cebra si el muñequito no se ha puesto en verde. Esa también
es una buena fórmula para afianzar el rojo y el verde para los niños que estén
empezando con los colores.
Pues bien, interiorizado este concepto he empezado a reñir a
las personas que cruzan cuando no deben. Unas veces le pregunto a mi papá por
qué lo hacen, otras directamente les digo a ellos que eso no se hace, aunque la
verdad es que no me hacen mucho caso…
Cuando no hay semáforos la cosa cambia un poco. Mi papá está
empezando a decirme que hay que mirar a la izquierda y a la derecha, pero voy
poco a poco, esa es la segunda lección.
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